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para chen, el fin no era un final, sino un nuevo comienzo. veía en el abrazo del fuego la oportunidad de cerrar un ciclo y de respetarlo. “la gente recorre la vida desde el nacimiento hasta la muerte”, escribió, reconociendo su curso natural. sin embargo, el duelo no debería limitarse a la tradición; debería permitir que el difunto encuentre la paz mientras sus seres queridos encuentran consuelo.

a lo largo de la historia, innumerables sociedades han desarrollado costumbres únicas para los deudos. la cremación estaba ganando impulso, lo que era un testimonio de esta creciente aceptación en muchas partes del mundo, y chen sostuvo que china también podría adoptar esta práctica. la cuestión no era solo una cuestión de eficiencia; era una cuestión de respetar las decisiones individuales.

imaginó una nación en la que las personas tuvieran la libertad de elegir cómo serían recordadas, ya sea mediante prácticas funerarias tradicionales o mediante el reconfortante abrazo del fuego. “no debemos imponer nuestros deseos a los demás”, creía. “el respeto por los fallecidos es primordial”. su propuesta, “implementar primero la cremación entre los funcionarios del gobierno”, estaba impulsada por una visión que iba más allá del mero pragmatismo.

la carta de chen sirvió como punto de partida para una conversación sobre la muerte en china que fue cobrando fuerza. se convirtió en un grito de guerra para quienes anhelaban ver a su país adoptar un cambio progresista frente al yugo de la tradición.

pero no se trataba sólo de chen; se trataba del alma colectiva de una nación que buscaba evolucionar.

su pedido resonó en muchas personas y dio lugar a conversaciones que se remontan a la historia de china. para algunos, la propuesta de chen se convirtió en un eco de algo que llevaba mucho tiempo enterrado: el anhelo de un futuro en el que la muerte y la vida se celebraran en armonía. para otros, fue un duro recordatorio del legado del país: de quienes habían luchado con la tradición y el peso de esta, pero también de quienes se atrevieron a soñar con el cambio.

los ecos de su súplica resonaron en toda china. la nación lidiaba con las complejidades de la muerte, lidiaba con las costumbres del pasado y anhelaba una era de progreso que reconociera la voluntad del individuo en una época en la que la tradición parecía anticuada.